martes, enero 23, 2007

VIVIR EN PENUMBRA.


Me lo estuvo comentando el otro día. La silla, la luz, la cuña. Que él era una persona normal, que le habían puesto un taco, una cuña, para caer al lado malo. Y yo le decía que me lo explicara mejor, que de sillas sé algo pero de equilibrio más bien poco. Pues fue que se sentó en una silla, "como todos", decía, pero a la penumbra, cuando la mayoría de la gente suele estar en la luz. Se sentía a gusto, todo iba bien hasta que un buen día apareció una cuña. Debajo de una de las patas. Y que no se podía mover mucho dado que el taco le inclinaba la silla hacia la oscuridad. ¿Por qué no quitas la cuña?, le dije. Como si fuera tán facil, el taco estaba ahí por algo. Entonces nuestro objetivo fue, a partir de ese momento, encontrar las razones de la cuña, del desequilibrio. Poner otro taco en la pata enfretada no parecía una solución. Bueno pero habrá que saber quién puso la cuña ahí. La cuña apareció, dijo. ¿No la pusiste tú?. ¿Yo?. No, tú. Yo no. El enigma estalló en nuestras caras, haciéndose más abstracto si cabe. Supongo que en los últimos tiempos había muchas razones para que la silla cayera hacia la oscuridad. Verbigracia, que a Spiderman no lo podía matar un tipo normal, con una cara normal, y con una pistola normal. Que vale, que el Duende Verde hubiera sido demasiado típico, pero que lo del tipo ese era una locura. Coño, que estaba Venom, Morlun, Octopus, El Buitre, y cogen a un tipo normal para matar con una simple pistola al saltimbanqui, al trepamuros, a la mejor franquicia que tenían. Y luego que si Willis moría a mitad de la película, que si Nolan y Aronofsky hacían una comedia en la que el protagonista era Fincher, que El Deseo producía una película junto a Bruckheimer con Coronado a la cabeza, que en la última de Luppi, éste solo decía una frase; y después de todo esto todavía me preguntas por qué puse una cuña debajo de la silla. Creo que ahí fue cuando metí la pata, o la cuña, que entre tantas patas uno ya no se entera. Mi amigo venga a preguntarme el porqué de mi actitud, que cómo le había hecho eso, que si era un desgraciado, que patatín que patatán. Y yo le dije que ni siquiera existía, así que no sé por qué se enfadaba tanto. Que si él estaba en la historia era porque yo no quería decir que todo esto me había pasado a mi. El truco de: "a un amigo mio le pasó que...". Ya no volvió a hablar más. Así que quité la cuña y me quedé viviendo en la penumbra. Días más tarde me llegó una carta de un amigo que rezaba: "Spiderman no está muerto, nunca lo estuvo, y todo lo demás también es una gran mentira".

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