martes, marzo 21, 2006

TANTEANDO LA REALIDAD

No sé por donde empezar para que me crean, pero les aseguro que si me dan un poco de tiempo lo comprenderán todo. Mi historia es la de un niño, el menor de cinco hermanos, todos criados por un padre que sin embargo es también nuestra madre. Esto no sería muy extraño si no fuera porque fuimos concebidos en el mismo momento que nuestro padre.

Sí, nacimos a la vez, o más bien como consecuencia de él. Crecimos y nos desarrollamos junto con mi padre, y con el paso del tiempo nos dimos cuenta de las diferencias que se iban creando entre nosotros.

Tres de mis hermanos mayores se fueron especializando en su campo, siendo capaces de actuar a larga distancia. Por el contrario, mi cuarto hermano le tomó el gusto a las distancias cortas, y en eso fui a caer yo. Aún así siempre me he sentido el menos valorado de todos y es por eso que intento contarles mi experiencia. Soy consciente de que otras familias han sido privadas de alguno de mis hermanos mayores, y creo que, al menos por ellos, es mi obligación dar a conocer mis virtudes.

He aquí entonces el resumen de mis muchos viajes y el conocimiento adquirido. Cuántos viajes, viajes innegablemente placenteros, descubriendo mil y una sensaciones. El camino por la fría lluvia empapado, andando descalzo por la piedra hasta llegar a una suave toalla y acariciar el esponjoso algodón de la almohada. Adjetivos de cualquier tipo sin los que sería imposible definir la multitud de trayectos, pues es en estos periplos donde los calificativos toman su mayor sentido. Ellos, la razón de mi existir.

Las tapas y páginas de un libro, otro paseo delicioso, sin siquiera mirar las letras que en él se hallan, puesto que eso compete a otro.

Sin embargo existe un viaje inolvidable que ha creado un sinfín de similitudes. Hablo de una carretera de curvas infinitas, de un cabello, de unos labios, de la piel contra la piel, del cuerpo de la mujer. Es inevitable hablar de este viaje y de mi labor en el mundo sin caer en la más absoluta retórica, pero tienen que entenderlo.

En fin, a pesar de todo, no deberíamos desmerecer a ninguno de mis hermanos, Vista, Oído, Olfato, Gusto, todos valiosos, hijos de un mismo padre. Así pues, me despido esperando que les haya gustado mi historia, la historia del Tacto.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio