EL ULTIMO PISO
Desde aquí arriba uno puede verlo todo. Es como ser el ángel que cuelga encima de un belén, o quizá la estrella que guió a aquellos reyes. Puede ser todo eso y el hecho de vivir en el último piso de uno de los edificios más altos de la ciudad. Míralos ahí abajo, corriendo para no llegar tarde a sus trabajos, apiñados como sardinas en lata, y entre todos ellos uno que ríe. Sé quién es y a donde se dirige. Viene hacia aquí.
-Buenos días Deo, ¿cómo va tu observación matutina?
A lo largo de los años uno se cansa de oír siempre la misma pregunta.
-Sé lo que piensas, ¿cuántas veces tengo que oír lo mismo?, bueno, quizá hasta el fin de los tiempos. ¿Qué tal tus hormigas trabajadoras?, ¿algo inusual en el día de hoy?.
-Admiro tu felicidad Fonsé. Sobre todo cuando hay miles de caras largas andando por ahí.
-Claro, mas líbranos del mal. Emancípalos de una vez joder.
-Para que sean tuyos.
-No diré que se lo merecen pero esto queda muy lejos de lo que tu llamas “libre albedrío”.
-No están preparados.
-Y que lo digas, esta gente no aprende. Ayer estuve viendo una de sus películas, hablaban de nosotros.
-¿Otra vez?.
-Sí, y he decirte que vuelven a caer en lo mismo.
-¿Disociación?
-Exacto. Creo que hace tiempo que se quedaron anclados en el ying-yang, y no van más allá.
-Fonsé...
-¿Sí?
-Recuérdame otra vez que tú y yo no tenemos una lucha.
-¡Qué va!, esto es solo una partida de ajedrez...
Entonces vuelvo a mis pensamientos, ¿cuál es la diferencia entre él y yo?.Dos caras de la misma moneda. Dudas, un presidente tiene dudas, el jefe de una empresa tiene dudas, el mismísimo Dios tiene dudas.
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